En el corazón de las tierras ancestrales de México existe un ritual silencioso y sagrado— La práctica de consumir barro y tierra, conocida en muchas comunidades como “tierra comestible”.

Para algunos pueblos indígenas, el barro no es solo materia-es medicina, es memoria. Es la piel misma de la Tierra, portadora de las historias de generaciones y de la sabiduría sanadora de quienes caminaron antes.

Comer esta tierra es volver, aunque sea por un instante, a nuestro origen, al pulso de algo antiguo y perdurable.

Este barro, a menudo blanco, rojizo o color ceniza, se recolecta con intención y respeto. Es rico en minerales, y algunos creen que equilibra el cuerpo, limpia el espíritu y brinda fortaleza. En algunas regiones, se ofrece durante ceremonias, se coloca en altares o se consume como parte de rituales de sanación.

Para muchos, esta práctica es también una manera de recordar quiénes son, de dónde vienen y lo que aún vive bajo sus pies mientras que para otros, es simplemente el acto de disfrutar de su olor a petricor o su sabor a humedad y tierra.